Saltar al contenido

Tipos de argumentación

02/10/2019

7.1. Tipos de argumentación

Aristóteles distingue tres tipos de argumentación:

1. La argumentación judiciaria, en la que se habla del modo en el que debe desarrollarse un discurso para defender una determinada decisión tomada por el juez;

2. La argumentación política o deliberativa, en la que se busca aportar un argumento a favor o en contra de una determinada decisión o medida política;

3. La argumentación epidíptica, basada en la alabanza o en la desacreditación.[1]

Aún hoy en el ámbito de la retórica se distinguen los discursos epidíptico, judiciario y deliberativo. Con esta tripartición se resalta la relación entre forma y naturaleza del razonamiento, el área temática (económica, política, científica, etc.) con la que se vincula el discurso y las variables situacionales (tiempo, lugar, espacio, interlocutor) que lo caracterizan.

El discurso demostrativo, llamado apodíptico, dirigido a demostrar hechos lógica y racionalmente aceptables, parte de premisas indiscutibles y llega a las conclusiones lógicas por procedimientos deductivos dictados por la lógica indiscutible de la ratio. Se trata de razonamientos argumentativos universales que tienen en su centro lo «racional». Estos discursos (en matemáticas o en física) pueden tener estructura de inducción o de deducción.[2]

Véase el siguiente ejemplo:

(1) Multiplicando entre sí algunos pares de números nos damos cuenta de que uno de los pares nos da como resultado 0. Ahora bien, para que un producto de números sea nulo, es necesario que sea igual a cero al menos uno de los factores. Por tanto, puesto que el producto de los dos números es nulo, podemos afirmar que al menos uno de ellos es igual a cero.[3]

En el discurso persuasivo tiene, en cambio, lo central es lo «razonables», lo opinable; por ello no es universal, sino sensible al tipo de público al que se dirige, al que convencen los argumentos expuestos. Se sirve de leyes, de reglas no infalibles que han sido desarrolladas por el sistema social, económico, ético y estético al que el individuo, a su manera, se adhiere y del que siente que forma parte.

Recuérdese, por ejemplo, el fragmento (citado anteriormente) del relato El deber del médico de Pirandello, o el perteneciente a Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain[4] –que exponemos a continuación—, en el que se representa una situación posible en la vida cotidiana. Los dos personajes –el Rey y Jim– se encuentran en un pueblo en el que los negros están escuchando el sermón de su predicador que los invita al arrepentimiento. El Rey aprovecha la ocasión para mostrarse como el primer converso, inventa una estratagema para inducir a los pobres negros, mediante un discurso indirecto, a que le den dinero por compasión, amor al prójimo y caridad cristiana.

El protagonista, completamente «insincero», insiste en los sentimientos de los demás seres humanos y, adulándolos y especulando sobre su credulidad y recurriendo a una escena de lágrimas, obtiene lo que deseaba sin haber hecho una petición explícita. Luego las palabras y las acciones (llanto) consiguen actuar como buenos argumentos, como causas eficaces para convencer al auditorio para que actúe como él quiere. La argumentación está constituida, pues, por la interrelación entre palabras y hechos. A través de un proceso inferencial, los interlocutores extraen la conclusión de que es oportuno hacer una colecta para el pobre pirata. Veámoslo:

(2) [Situación y contexto]
En el primer cobertizo que topamos, el predicador platicaba con grandes gesticulaciones, y con estentórea voz invitaba a los fieles a arrepentirse de sus pecados:
–¡Venid, venid a purificaros y poneros en paz!
Y todos los negros contestaron:
—¡Amén! ¡Amén!— precipitándose en masa al Banco de las Lamentaciones.
Pues bien: el Rey fue quien llegó primero, y su voz se oía por encima de todas las demás, y en un arranque le veo subirse a la plataforma y pedirle al predicador que dejase hablar a la gente.

[A1]
Entonces explicó que era un pirata y que ahora se había convertido y

[A2]
lo que ansiaba era convertir a sus compañeros;

[A3]
que cada vez que lo consiguiera les diría: «no me lo agradezcáis a mí, sino a toda aquella buena gente de Parkville, auténticos bienhechores de la humanidad;

[A4]
a aquel bienamado predicador, que es el mejor amigo que jamás tuvo este pirata».

[A5-eventivo]
Y al decir esto rompió a llorar, con gran sentimiento, y todo el mundo hizo lo mismo.

[Conclusión inferida]
De pronto, alguien gritó: «hagamos una colecta para este buen hombre». Y en el acto media docena de hombres se pusieron en pie para hacerlo; pero otra voz advirtió: «dejad que él mismo pase el sombrero». Y todos se mostraron conformes, incluso el predicador.

[Evento]
Así, pues, el Rey fue pasando el sombrero en torno, y secándose los ojos continuamente, dando las gracias a todos por ser tan buenos con los pobres piratas.
[Situación]
Todo el mundo le invitaba a alojarse en su casa y a pasar allí algunos días; pero él dijo que,

[A1]
como la misión terminaba aquella tarde,

[CO]
ya no tenía nada que hacer allí y que estaba ansioso por llegar al océano Índico y ponerse a convertir piratas.

Es sabido que sea cual sea el tipo de argumentación adoptado se pueden usar para persuadir al interlocutor:

Instrumentos extrínsecos, es decir, argumentos sacados de la realidad y existentes, no obtenidos, pues, de la inventiva del protagonista argumentante (documentos, leyes, declaraciones de testigos, experimentos, etc.) e
Instrumentos intrínsecos, o sea, argumentos inventados por el protagonista argumentante para llevar a su público a adherirse al punto de vista defendido (leyes morales, costumbres, sentimientos, consideraciones políticas, etc.).

El primer tipo[5] (declaraciones de testigos, datos que proceden de experimentos, documentos disponibles, etc.) se usará muy probablemente en argumentaciones de tipo demostrativo, es decir, en actos argumentativos de índole científica (matemáticas, física, medicina, etc.), aunque también en los relativos a la jurisprudencia, sector en el que es necesario aportar argumentos básicamente de carácter objetivo.

El segundo tipo de argumentos, los intrínsecos, forma parte del lenguaje en el que domina la subjetividad: lenguaje político, literario, sociológico, publicitario, y (genérico) de la vida cotidiana. Esta categoría puede subdividirse ulteriormente en tres subcategorías: la del ethos, y la del pathos y la del logos. En otros términos, se trataría de instrumentos intrínsecos pertenecientes al campo moral, derivado del mundo de las emociones o ligados al universo de la razón:

– El ethos se ocupa de la confianza, la estima que el hablante sabe despertar en su público, y es el mejor medio para obtener el objetivo;
– El pathos trata de las emociones que el hablante sabe suscitar en su público para llevarlo a apoyar la posición deseada.
– El logos se basa en argumentos verdaderos y tiene carácter racional respecto a los otros, que, en cambio, son de tipo emotivo.

Pertenecen a los instrumentos del convencimiento racional dos tipos de razonamiento: los silogismos deductivos o entimemas y los silogismos inductivos o ejemplos:

– el procedimiento deductivo parte de premisas o reglas precisas y llega a conclusiones inevitables. Las premisas de los entimemas son puntos de partida aceptables, considerados o presentados como tales para el público. Por ejemplo:

(3) Madrid está en España; de hecho es su capital.

– el procedimiento inductivo parte de ejemplos o datos y llega a intentos de generalización. Por ejemplo:

(4) Madrid es la capital de España; luego está en España.

Dependiendo del tipo de público, se dibujan dos tipos de estrategias según Aristóteles:

– el análisis y el razonamiento deductivo debe adoptarse cuando se dirige a un público experto en la materia que se trata, mientras que
– el procedimiento inductivo sería más adecuado para los casos en los que el público no esté familiarizado con el tema.

Según Copi (1972 p. 26), la argumentación deductiva es aquella en la que se afirma que la conclusión deriva de sus premisas con absoluta necesidad. En la inductiva, en cambio, se sostiene que la conclusión deriva de sus premisas solamente con probabilidad. «Probabilidad» es una especie de gradación de seguridad o necesidad que depende de un factor contingente cualesquiera. Govier (1987, p. 37 y ss.), al analizar la oposición entre argumentación deductiva e inductiva, subraya la dificultad de aplicar la definición de Copi a las argumentaciones reales.

El análisis deductivo se ocuparía, pues, del razonamiento que, mediante algunos datos, a partir de reglas universales, llega a conclusiones necesarias. El inductivo, en cambio, aplicaría a los datos reglas reconocidas como generales que permiten, aunque no sea necesariamente, extraer determinadas conclusiones. La distinción no se ocupa del orden en el que el razonamiento se presenta, sino sólo de modelos del tipo:

dato/argumento-regla universal/general-conclusión (D/A + RG + +O/CO).

y no de modelos del tipo:

opinión-argumento-(regla general/universal) [O + A + (RG)].

En un análisis de la argumentación relacionada con las situaciones contingentes y que tiene por único objetivo persuadir a un interlocutor específico, la distinción ya no parece útil. En cambio, a mi parecer, es útil distinguir entre el razonamiento que parte de una hipótesis que luego se verifica o refuta con una serie de pruebas, y el que parte del inventario de algunos datos (muchos o pocos) siguiendo una serie de generalizaciones y llega a conclusiones que obviamente son contingentes y no necesarias. Esto permite distinguir los diferentes resultados que tienen las estructuras del tipo

O + RG + A y A/D + RG + O/CO

* * *

[1] «Las especies de la retórica son tres en número, pues otras tantas resultan ser las de los oyentes de los discursos. Y es que en el discurso se implican tres factores: quién habla, de qué habla y para quién, y es este mismo, es decir, el oyente, quien determina su objetivo. Y el oyente es forzosamente o espectador o juez, y el juez ha de serlo de lo que ya ha ocurrido o de lo que va a ocurrir. Ejemplo de quien juzga sobre lo que va a ocurrir es el participante en la Asamblea, y de quien juzga sobre lo ocurrido, el juez, de modo que por fuerza tendría que haber tres géneros de discursos retóricos: deliberativo, forense y de exhibición. En la deliberación puede haber exhortación o disuasión. Y es que siempre, tanto los que aconsejan en privado como los que pronuncian un discurso en público hacen una de las dos cosas. Y en cuanto al discurso de exhibición puede haber alabanza o reprobación» (Aristóteles, Retórica, I, 1358b).

[2] A veces también el razonamiento filosófico, como el matemático, tiene carácter demostrativo. Pero apenas pasa a aspectos de tipo moral y ético deviene opinable, no tanto por los procedimientos de deducción e inducción, que son generalmente aplicados, al menos aparentemente, de forma indiscutible, sin embargo sobre todo por las premisas que exigen una forma de adhesión del auditorio. Son, pues, las premisas las que en el momento de la valoración sobre la validez de un discurso filosófico deben pasar por un severo control valorativo.

[3] El ejemplo (1) contiene una argumentación simple con el rol de conclusión para un razonamiento superior. Así, el análisis es:

[DEM Dj + RG + CO (ARG O + A/Dj)]

donde A/D dominado por el nodo ARG tiene significado y extensión iguales a los del dato inicial D, y en consecuencia el mismo índice j.

[4] Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn, Barcelona, Ed. Juventud, 1969.

[5] Aristóteles dice precisamente: «De los argumentos, unos no pertenecen a la disciplina, otros sí. Considero no pertenecientes a la disciplina los que no son procurados por nosotros, sino preexistían, como testigos, confesiones obtenidas mediante torturas, documentos y otros por el estilo, y pertenecientes a la disciplina los que pueden organizarse a partir del método y de nuestra propia aportación. Los unos hay que utilizarlos, los otros hay que encontrarlos» (Aristóteles, Retórica, cit.).

Vincenzo Lo Cascio. Gramática de la argumentación / Grammatica dell`argomentare. Strategie e strutture (1991).

Los comentarios están cerrados.