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Sobre la argumentación (y la demostración)

02/12/2019

La argumentación auténtica tiene como fin la persuasión, porque en ella es el elemento central y condicionante no tanto de la ley deductiva inevitable del razonamiento, sino la naturaleza del auditorio que debe juzgar el razonamiento.

Una argumentación, a diferencia del discurso demostrativo, no parte forzosamente de premisas indiscutibles para llegar a conclusiones lógicas, es decir, no está formada por un razonamiento evidente e irrefutable. El discurso retórico persuasivo se puede alejar muchísimo del apodíptico y partir de premisas muy discutibles llegando a conclusiones individuales y unilaterales, aceptables sólo si las leyes que se proponen para justificar el vínculo entre premisas y conclusiones se asumen como válidas.

Cada hablante es sensible a una u otra premisa, a uno u otro argumento como individuo, y se guía por este conjunto de preferencias porque forma parte de su cultura y de su personalidad psicológica y emotiva. El sujeto argumentante debe tener en cuenta este factor y descubrirlo y organizar de esta manera su estrategia argumentativa con el fin de convencer al propio interlocutor.

«El hombre político» debe ser, con mayor razón, sensible al auditorio, pues no administra fenómenos de la realidad dominados por leyes exclusivamente generales, naturales e irreversibles, sino que más bien trata con fenómenos dominados por criterios y leyes personales, individuales y que basan su adecuación y su existencia sólo en el consenso de grupo.

Cuanto más individual y opinable es el discurso, más limitado está el éxito al tipo de público que forma el auditorio. En la argumentación el público es el factor más importante y en consecuencia hay que tenerlo en consideración en el momento de escoger y utilizar uno de los tres tipos argumentativos y, lógicamente, los argumentos adecuados. [1]

Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958) observan la importancia de la distinción entre demostración y argumentación. La demostración, basada en argumentos considerados objetivos y verdaderos, y dominada por reglas universales, no tiende a convencer a un público específico o a modificar su opinión: Es una estructura mecánica característica de las disciplinas científicas, dado que éstas se basan en las leyes de la naturaleza.

Lógicos y filósofos no consideran «racional» una argumentación basada en un juicio de valor. Por otra parte, como observan Perelman y Olbrechts-Tyteca, también es cierto que casi todos los hablantes de una lengua no hacen más que justificar sus afirmaciones sin poderlas probar formalmente. Son precisamente estos intentos de justificación los que se llaman «argumentaciones». La argumentación es complementaria de la prueba formal; por ello la teoría de la argumentación tiene que ser complementaria de la lógica formal y debe referirse a los casos en los que se trata de «valores» y en los que no es posible una verificación empírica o una prueba formal.

La argumentación, basándose en premisas y leyes subjetivas, es el resultado de un razonamiento opinable, es decir, un razonamiento que puede dar resultados diferentes según el consenso que una o más de sus partes consiguen obtener del interlocutor o interlocutores. Su éxito, por lo tanto, no está asegurado, como en el caso de la demostración, sino que depende de la habilidad del hablante para encontrar argumentos sostenidos y dominados por reglas a las que el auditorio específico de un acto argumentativo puede o quiere obedecer. En consecuencia, mientras que la demostración es indiferente al tipo de público, la argumentación depende de él enteramente, puesto que una estrategia argumentativa específica adoptada en una situación comunicativa específica puede resultar inadecuada si el auditorio, con su contexto cultural y su universo ideológico, cambia.

La argumentación está destinada a actuar sobre un auditorio para modificar sus convicciones o disposición a través del discurso; por lo tanto, es una estrategia para vencer una partida mediante el razonamiento más bien que gracias al recurso a la imposición o a condicionamientos de otros tipos.

* * *

[1] Para Perelman (1982 p. 19) la argumentación epidíptica, es decir, alabanza y desacreditación, es muy útil para la argumentación deliberativa de tipo persuasivo, dado que prepara al público para aceptar las tesis que se quieren proponer.

Vincenzo Lo Cascio. Gramática de la argumentación / Grammatica dell`argomentare. Strategie e strutture (1991).

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